El hombre de negro lee la Biblia, porque los viejos necesitan el consuelo del sudor ajeno, conocer éxodos y almohadas que arden, y castigos y plegarias contra los que arden, y castigos y plegarias contra los castigos.
El hombre de negro dejó muescas en algunos árboles. Y nunca le mostré la navaja que escondo en el bolso: una hoja inocente que sólo ha rebanado pieles de manzana y cortezas de pan... ¿En qué tronco tallo nuestras iniciales? ¿en qué dosel dejo la muestra de mis intentos, mis intentos, mis intentos?...
"Canta triste", te dije... Nunca le dijeron eso al hombre de negro, nunca lo ha necesitado. Eso le distingue, eso le ennoblece: dos palabras, dos muescas de aire para la piel.
La música golpea sus rodillas, posee mi pecho. Y tú... a mi lado, momentáneo.
Y él, siempre él.